Un cristal, un yo. Y no me lo da Ikea.

Siempre he pensado que el mejor invento del autobús son los cristales. Cada vez que decido sentarme, intento coger siempre el asiento de la ventana. Puedes ver absolutamente todo. Ves la máscara de la realidad. Gente que no conoces. Realmente no te importan nada, pero los ves. Son segundos y ya crees conocerlos. Si otra vez pasan cerca de tu autobús, no te acordarás pero los volverás a ver. Ves mujeres, niños, hombres, los ves como oculto, como desde un punto de vista alejado. Ellos no lo saben, pero observas como caminan, qué hacen, qué llevan puesto, si sin rubios, morenos, pelirrojos.

Ves a los coches. A los edificios. Y profundizas en tu interior. Te descubres a tí mismo pensando. Algunos lo harán sobre Sócrates. Otros sobre los cástings de Factor X. Yo lo hago sobre mí. Sobre mi gente. Sobre todo lo que voy a hacer y he hecho. No me da tiempo a encajar todo lo que se ve,puesto que los conductores suelen correr bastante así que pienso sobre aquello que creo conocer mejor: yo y mis circunstancias.

Y a mi, todo eso, me encanta.