Ayer fui invitado a la boda del hermano de uno de mis mejores amigos. Obviamente, no a la ceremonia y el convite, pero sí a la parte más, digamos "festiva". Y, como cada vez que voy a una boda, me entraron más y más ganas de celebrar la mía.
En mi época de rebelde adolescente negaba toda posibilidad de contraer matrimonio. Ahora, más sumergido en una corriente bohemia, estaría dispuesto a hacerlo incluso por la Iglesia. El simple hecho de reunir a toda tu familia y a todos tus mejores amigos, el mismo día, en el mismo lugar, y con la excusa de ver como te unes a la persona de la que estás enamorado tiene que ser el mejor sentimiento del mundo.
Ayer, en la fiesta, los amigos y amigas de la pareja fueron los que más la animaron y las lágrimas y abrazos cayeron continuamente. De hecho, la despedida fue sublime: todos los invitados en coro, rodeando a los novios y con el fondo del (grandísimo) Nino Bravo y su "Un beso y una flor". Al final, todos los hermanos y los mejores amigos de la pareja acabaron abrazados a ellos y el resto de los invitados aplaudiendo.
Vaya, que a un servidor se le escapó alguna que otra lagrimita... Vale, más que a la novia, pero me da igual.
¡Quiero mi boda!
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3 comentarios:
Yo celebraré mi boda en un pueblo costero o en el Pirineo, y el que nos una en hereje matrimonio será un amigo y no un señor con espantaputas.
¿Te quieres casar conmigo?
Jajajaja
Yo me casaré en Benasque, lo tengo taaaaan claro =)
Y creo recordar que hace mil años dijimos que si a los 32 años no estábamos casados que nos casaríamos jajajajajajajajaja
uala me acabo de acordar xDD
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