Hoy me ha pasado algo extraño en el supermercado. Sólo he bajado a comprar una barra así que no me he entretenido mucho. Delante de mí, en la cola de la caja, había una pareja, prototipo de imbecilidad que sólo son capaces de superar determinados ciudadanos estadounidenses. Muchísimos chistes sin venir a cuento y numerosas tontadas mientras la cajera, amargada y desganada, pasaba los productos por el cacahrrito que hace "bip".
Han sido un total de 16 productos, así que cuando el dúo imbécil se ha marchado he puesto mi humilde barra en la sucia cinta transportadora. Hasta ahora, todo normal. Lo raro ha sido cuando me ha devuelto el cambio. Yo, en un gesto de mala educación aún llevaba los cascos puestos en los oídos pero no ha dicho una palabra. Lo raro ha sido su mirada. Extraña e intensa. Y de repente ha sonreido. No sé si porque ha visto mi cara de asco ante la extraña pareja. O por si mi barra ha aliviado sus ya aturdidos brazos. Pero me ha mirado de un modo realmente extraño.
No es la primera vez que la veo, es una de las pocas empleadas fijas que los supermercados se dignan a contratar, de modo que ya la había visto por ahí en alguna ocasión. Y, desde luego, esta no era la primera vez que me cobraba. Pero nunca me había mirado. Esta señora, de unos aproximados cincuenta años, simplemente me decía el precio y ya. Hoy, en cambio, me ha mirado. No tiene unos ojos bonitos. Ni siquiera un llamativo rostro. Pero su mirada me ha perturbado.
He vuelto a casa pensando en el porqué de esa mirada. Quizá llevaba manchada la camiseta. O una mancha en mi cara. O simplemente le apetecía mirarme. Me he puesto a pensar también en lo que somos capaces de transmitir al mirar. Podemos odiar, amar e incluso besar sólo mirando. Somos capaces de conectar, de meternos en el cuerpo de otros. Y en ocasiones en el alma, para así poder juguetear con ella a nuestro antojo. Y no sigo divagando, porque el ascensor ya ha llegado a mi piso y tengo que entrar...
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3 comentarios:
Si te contara la cantidad de mujeres (jóvenes, menopaúsicas, ancianas y cretácicas) que he embarazado con la mirada...¿cuántos Nachos Jr. debe haber por ahí? Seguramente cero, pero habría que comprobar el censo una vez más por si acaso.
Magnífico monólogo, esperare tu próxima entrada sobre qué pasó con la barra de pan.
Michael Myers se acerca...preparaos infieles.
Mira este que Don Juan! Y menos mal que es obispo... que sino... ogj!
En fin!
Mirar mola, es guay. Sí, además hay miradas que valen más ... que ... hummm... ¿¡mil palabras!? o que una explicación (en este caso!) Tu déjate mirar, pero que no te desgasten eh!
Un bes*
¿Una cajera mirando a sus clientes? Les tengo dicho que no deben mirar a la cara...
Dime quién ha sido, su acción se merece cincuenta latigazos.
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