Siempre, siempre

No sé la razón, pero no puedo parar de mirarte y observar como cada día estás más guapa que el anterior. Como cada día estás más perfecta que el anterior. Como cada día, me arrebatas el corazón, exactamente igual que el día anterior.

Ya no sé andar sin verte, ya no sé hablar si no me escuchas, ya no sé querer si no te siento cerca, ya no sé vivir sin ti.

Sigo sin creer que una criatura tan perfecta está tan cerca de mí. Sigo saltando cada vez que noto uno de tus magníficos movimientos, aunque sea rascarte el pelo. A tus manos un altar les pondría y a tus ojos, ¡ay tus ojos!, mi vida entera entregaría. Y de tus brazos mejor no hablar porque sé que si me abrazaran, del placer, me podrían matar. Besaría cada milímetro de la piel que me enseñas puesto que, alejada de la virgen pureza, es la más hermosa de las que conozco.

Me mata que cada parte de tu cuerpo se marque en tu ropa como las estrellas se marcan en el cielo. Y me destroza oír tu voz como si fuera un susurro, y bien sabe Dios que cruzaría mil desiertos para que me cantaras a mi oído.

Mi alma entregaría, al mismísimo Satán, para cuidarte. Para besarte. Para hacerte mía y darte ese cariño que él no sabe y que reniega. Para irme contigo donde los ojos no llegan, donde la mente humana se colapsa, donde la ciencia se confunde y la religión no basta. Para irme contigo donde la voz se difumina, donde las estrellas nos parezcan cercanas, donde no haya ni luces ni sombras, donde no seamos cuerpo sino dos bolas de humo que se funden en una sola.

Para siempre, siempre, sé que te querré.