La etapa

Se acaba una etapa. Una de las mejores de toda mi vida. He estudiado lo que realmente me gusta. Y he conocido a personas maravillosas. Maravillosas. Epidurálticas. Geniales. Y creo que ese ha sido el mayor mérito.

Es cierto que he aprendido la estructura de la pirámida invertida, las fuentes, los reglamentos del protocolo, las teorías sobre los receptores, los diptongos, la ONU, Tom Wolfe y García Márquez, la Reconquista y Napoleón...etc.

Sin embargo, lo mejor de todo y con lo que me quedo, sois vosotros.

Cuando el mundo se te viene encima

Cuando el mundo se te viene encima sientes por primera vez en tus propias carnes el miedo. Miedo de ti y de tu alrededor. De tus circunstancias. De lo que te pueda pasar.

El mundo se te puede venir encima de muchas maneras: con un desengaño amoroso, con una serie de responsabilidades que crees no poder afrontar, cuando fallece alguien, cuando pierdes a alguien o crees que vas a perderlo, cuando descubres que no te han correspondido...

Lo peor de todo es cuando varios de esos factores se juntan y se alían. Contra ti. Contra tus circunstancias. Y te sientes mal, y empiezas a respirar con dificultad.

Y te sientes como un zombi. Como un cuerpo sin alma. Crees que no hay solución y quieres pedir a gritos unas manos que te saquen de ahí, pero sorprendentemente no puedes. No sabes como hacerlo. Sólo esperas a que se den cuenta, porque tú solo no vas a trepar.

Pero nunca, nunca recurras a la química.

Tus aves

Te esfuerzas. Te esfuerzas bastante. Luego ves los resultados. Y te sientes decepcionado. Primero contigo y luego con ella. No sabes bien si ha sido tu culpa. Tampoco sabes seguro si ha sido la de ella. Sólo sabes que tu esfuerzo, tus cuatro días de esfuerzo, no han servido para cumplir uno de tus sueños. Y te sientes decepcionado, bastante decepcionado, e incluso lloras un poco…

De rabia. De impotencia. Pero enseguida te salen aves auxiliares que te dicen que no. Que no lo hagas. Que no merece la pena y que todo no ha ido tan mal. Que te acompañan y te animan. Algunos incluso te abrazan. Otros, que ya saben que no son buenos a la hora de actuar en estas circunstancias, te intentan apoyar. Quizá no con las mejores palabras, pero si con la mejor de las intenciones. Siempre hay un cabecilla, un ave jefe, que ya tiene experiencia. Que ha cargado contigo en otra ocasión. Que sabe lo que te decepciona y lo que te hace sentirte alegre. Que sabe lo que te ocurre y que intenta sacarte al vuelo…una vez más. (He de decir que el pobre ya ha cargado con esto alguna vez; no sé si le molestará o lo hace con sumo placer, pero está claro que es el mejor de mis apoyos [No te gusta esto, y quizá me dará un poquito de vergüenza que luego me mires, una vez sepa que lo hayas leído, pero he de decir que esta ha sido la segunda de tus grandes demostraciones. Y que te quiero un montón, tío *sólo te lo repetiré una vez más antes de verano, no te preocupes jajaja*]). Es en estos momentos cuando te das cuenta de que darías tu propia vida por cualquiera de estas aves.

Los miras y los admiras. Matarías por darles un abrazo. El más grande que un ser humano haya sido capaz de dar. En el que se transmita todo. En el que se de todo y se devuelva todo. Como un trueque. Pero de sentimientos. De ánimas. Sin embargo, notas el efecto de las valerianas en tu ser. Se debaten con la humillación y la decepción. Mientras tanto, ya ha dado la hora y te subes a tu autobús. Y te quedas dormid. Agotado por un examen, por una decepción, pero piensas que todo va a ir a mejor. Que no te importa una simple calificación. Caes en la cuenta de que esto te gusta y vas a luchar por formarte en ello. Y ni un 7´5, ni nadie, ni el mismo Dios podrá pararte.


I WON´T SAY I´M IN LOVE

Llora en tu asiento

No hay nada peor que ir en el autobús y encontrarte con alguien que está llorando. A mi me pasa bastante a menudo ya que mis línea predilecta diaria pasa por dos hospitales y es normal que usuarios del mismo tengan estos lugares como destino.
Nunca sé que hacer cuando me los encuentro. ¿Ofrecerles un kleeneex (si, se escribe así)? ¿Darles ánimo? ¿Querrán apoyo?. Nunca sé como reaccionar, pero siempre acabo igual: con el corazón en un puño. Con el corazón realmente presionado.
Es tan humano el acto de llorar. Tan sumamente puro. Tan sumamente sentimental. No sé cómo funciona el lagrimal ni me importa. Si sé como funciona mi corazón. Nunca puedo evitar contagiarme de ellos y, al bajar, tener que secarme disimuladamente los ojos. Siempre he creido que mi lagrimal era más grande que todas las obras arquitectónicas de Franco. No sé si es por eso o por eso a lo que los filósofos llaman emociones. Nunca he sabido porqué lloro. Pero ya he aprendido ante qué derramo lágrimas.
Me estoy dando cuenta de que no estoy llegando a ningún sitio con este texto y además mi parada se acerca así que voy a enchufar de nuevo el iPOD (siempre que veo a alguien llorar, apago la música y me pongo a pensar...) y a dejar de pensar.
Casualmente, en el aparatito está una de las canciones que más me gustan de la película La Novia Cadáver... http://youtube.com/watch?v=x-udsPbuq1s&mode=related&search= .