Cementerios

Me gustan los cementerios, pero odio los velatorios. Hoy, por primera vez en este año, he tenido que volver al recinto del cementerio. Un familiar de un querido amigo era esta vez el protagonista.

No soy bueno en los camposantos. Guardo el protocolo, quizá por mi cuadriculada mente en lo referente al respeto a los inertes, pero no soy el canon perfecto para este tipo de actos.

Me escudo en el humor. Un humor más negro de lo que este día supone para la familia del fallecido. Lógicamente me los guardo para mí y quizá para alguna futura historia, pero chistes son.

Si mi alma me lo permite analizo hasta el más mínimo detalle de los asistentes. Es el único modo de evadirme y no escucharme las desgarradoras palabras de los sacerdotes: siempre desacertadas en este tipo de ceremonias, en mi opinión.

Adoro los cementerios. No sé por qué pero tienen un cierto encanto… siniestro, pero encanto al fin y al cabo. No sé si es por los recuerdos que allí se alberga. No sé si por la atmósfera que los rodea. O porque no puedo evitar buscar lápidas con mi nombre, pero me encantan.

La mejor sensación, egoísmos aparte, es salir de uno de estos sitios con unas ganas de vivir renovadas quizá por el miedo a no convertirnos en un nuevo macabro protagonista. Quizá porque caes en la cuenta de que la vida es corta y de que debes… vivirla.

3 comentarios:

Freud-Seraphin Stanlake dijo...

Los cementerios son a las discotecas lo que los cipreses a las luces de neón.

Los prefiero.

Unknown dijo...

Pues yo odio los cementerios, prefiero los Huertos de Oro.

José Diego Pérez dijo...

Una exposición-comentario muy realista sobre lo que llamo "sociedad funeraria". La muerte es un asunto muy personal y los cementerios lugares museos de los finados. Tu opinión la comparto en toda la extensión y la tomo como un retrato hablado de lo que es la "realidad de las realidades". No dejaste caer ni un desperdicio en una prosa muy conmovedora y a la vez amena.